Dicen que nací hija de un rey – Capítulo 04: ¿Papá o prometido? (1)

Traducido por Lucy

Editado por Meli


Mi segundo destino fue el Museo de Documentos Antiguos. A diferencia de la granja de algodón, el director del museo en persona salió a recibirnos.

—Es un honor infinito que nos visite —saludó solo al príncipe.

No pude adivinar la edad del director, puesto que los hombres tienden a dejar de envejecer después de los treinta años.

Claro, eso depende de su maná, los genios como los príncipes, viven y mueren jóvenes.

Nada que ver con el dueño de la granja de algodón, que lucía como un hombre de mediana edad con calvicie.

—Es increíble que participes en la excursión de la princesa.

—No es una princesa.

—¿Qué?

Por favor, no lo digas en voz alta, supliqué para mis adentros.

—Es mi perro.

Increíble, ¿cuándo dejaría de llamarme perro? Y más importante, por qué el director del museo, alguien culto, asintió ante su respuesta. Maldita sea, soy una mujer, una princesa.

En el lugar se resguardaban documentos antiguos, muchos de ellos escritos en goryeo. Algunos turistas me miraron con asombro, no se trataba solo de mi atrevimiento por entrar al museo, si no porque iba con tres hombres.

—Son documentos antiguos que no se pueden interpretar —explicó el director.

Leí el texto y reconocí las palabras.

¡Era coreano! ¿Por qué no lo podían interpretar?

—Quizás hablen sobre el origen del maná —expuso el director.

—¿Por qué dices eso? —Kang Kitae mostró interés.

—Aún con maná, la restauración e interpretación son imposibles. Por lo tanto, los estudiosos argumentan que es probable que estén protegidos por un poder superior al que conocemos.

—Sí, tienes razón… —Kim Hwansung asintió con cara seria y continuó—: Señor.

—¿Sí, príncipe?

—Tengo hambre —contestó y me miró con una cara sonriente—. Perro, ¿no tienes hambre?

Idiota, tú eres el perro, juro que algún día haré que me llames Sangheee. Y, ¿cómo podía tener hambre? Habíamos comido suficiente en la granja.

 —Hermano.

—¿Eh?

—¿Puede la chica decirle algo a su hermano?

—¿Qué es?

—Creo que la chica… puede leer esta carta.

Claro que podía leerlos, ¿un documento indescifrable que trata sobre el origen del maná? Era solo el diario de un niño:

El tiempo es soleado, hoy me he peleado con mi padre. Papá es malo. Pero no me enfadé porque soy un niño bueno. 

Sí, los inexplicables documentos consagrados en el museo, que databan de más de tres mil años, eran solo algunas hojas de los diarios de unos niños. Otro texto decía:

Los niños de hoy en día no tienen modales.

Al conocer la noticia, mi tutor, Alex, viajó en helicóptero al museo junto con tres estudiantes de licenciatura del palacio real.

—Dígame, mi princesa: ¿es cierto? —me interrogó Alex en cuanto me vio.

Asentí, aunque con modestia, aun si era algo increíble, como mujer, no podía mostrar habilidades superiores a los de un hombre. Debía ser muy cautelosa.

—Creo que algo está mal conmigo. ¿Por qué puedo leer este escrito? La chica tiene mucho miedo. ¿Tal vez hay un demonio dentro de mí?

—Tu genio ya está probado. —Me tranquilizó Alex y agregó con entusiasmo—: Si el desciframiento es posible, por favor, dígame cuál es el contenido.

Leí los textos en voz alta.

—¡Oh! ¡Es…! —Estaba atónito ante mi explicación.

—¿Cómo puedes interpretarlo así? —preguntaron los tres estudiantes.

—Creo que por fin hemos encontrado una forma de interpretarlo. ¡Tomará algún tiempo, pero es posible! ¡Es el descubrimiento del siglo! —Alex estaba extasiado.

Para ser honesta, me resultó misterioso, que genios como ellos aún no pudieran comprender coreano. Sin embargo, en cuanto les expliqué cómo leer los textos, aprendieron de inmediato.

—Princesa, usted es un tesoro del reino —exclamó Alex, el director y Kang Kitae abrieron la boca.

Solo mi tutor, un hombre de mente abierta, podría haberse atrevido a decir que una mujer era un tesoro.

—Es solo un perro. No es un tesoro —refutó el tercer príncipe.

—Cómo es que… —Ladeó la cabeza uno de los estudiantes.

Era como si preguntara a qué se refería el príncipe, rogué porque no terminara su oración, pero su boca fue más rápida que mis pensamientos.

—Mira… —Sonrió Kim Hwansung y levantó el brazo—. Observa: ¡por qué es un perro!

No por favor, no aquí, ¿por qué te comportas bien en ningún sitio?

—¡Atrápala! —gritó en el silencioso museo.

La muñeca de trapo voló y yo corrí con una sonrisa de felicidad en el rostro.

Te mataré un día…

♦ ♦ ♦

El más joven de los marqueses de Kwak, Kwak Kihyun, sonrió. Volvía al reino de Goryeo por vacaciones. Estaba sentado en el asiento trasero de un sedán de lujo.

—Hace tiempo que no venías al reino. —Kwak Kihyun señaló a Han Jinsoo con su dedo índice—. ¿Qué te trae por aquí? ¿Por qué no te vas a casa enseguida?

—Hay un lugar donde quiero parar.

—¿Dónde?

—En el Museo de Documentos Antiguos.

—¿Por qué allí?

—No hace falta que lo sepas. Vete.

—Oye, son vacaciones. Debes divertirte, aunque seas un super genio. —Kwak sacudió la cabeza y trató de convencer a su amigo—: Jinsoo, me gusta todo de ti y eres encantador, así que vamos a arreglar esto.

—¿Qué?

—Deja de estudiar —se quejó—. Qué asco.

La puerta se abrió. El viento entró en el auto como un torbellino. Por supuesto, iban sobre una autopista construida en el desierto a más de cien kilómetros por hora.

—No puede ser… —Kwak Kihyun palideció. Han Jinsoo lo pateó y salió volando hacia el precipicio—. ¡Jinsoo! ¡Aaah! —gritó, pero su voz se fue desvaneciendo—. ¡Han Jin…!

—Solo sigue avanzando —murmuró Han Jinsoo cuando el conductor del coche miró hacia atrás.

—Pero…

—No va a morir. Vamos al Museo de Documentos Antiguos.

—De acuerdo.

♦ ♦ ♦

En el Museo de Documentos Antiguos, un sedán de lujo con un precio de mercado de más de trescientos millones de won se estacionó en frente y la puerta se abrió.

Meli
300 millones de won, son como 230 mil dólares ¿quién patrocinará a este muchacho?

—Espera aquí… —le indicó Han Jinsoo al conductor, este asintió con la cabeza.

¿Eh…? No puede ser, pensó Han Jinsoo, su rostro, por lo general inexpresivo, mostraba confusión.

El conductor se sorprendió, jamás lo había visto cambiar su semblante, incluso cuando bromeaba con Kwak Kihyun, su actitud siempre era la misma.

¿Podrá ser…? Es ridículo, reflexionó Han Jinsoo y siguió con su camino, luego de haberse detenido por un instante.

El conductor creyó que su anormal conducta se debía a su interés por los documentos antiguos, después de todo, era un genio que buscaba aumentar su talento.

♦ ♦ ♦

Usó su maná para hacer volar en zigzag la muñeca de trapo. La manipuló para que, cuanto más me acercara, más se alejara de mí.

Mierda.

Choqué con alguien.

Me sentía miserable, la chica que podía descifrar textos antiguos pasó a perseguir un muñeco de trapo.

—¡Hey! ¿Qué demonios estás haciendo? ¿Dónde pones tu cuerpo superficial?

Una mujer, sin importar su estatus, no era nada si no había un hombre que la respaldara.

—Lo siento, lo siento, —me disculpé y traté de explicar la situación—: Es que el príncipe tiró…

Quise usar al mocoso como mi única defensa.

—¿Llamas a eso una excusa? ¿Eh? ¿Estás demente? ¿No miras hacia adelante? ¿Cómo te atreves a golpear a un hombre siendo solo una niña?

Vamos, ¿cómo podía enfadarse tanto por el descuido de una niña? Aún en este lugar, era demasiado.

—Lo siento mucho. —Incliné la cabeza.

—Si lo sientes, tienes que pagar por ello, ¿verdad? —expresó con un aura escalofriante.

—¿Qué? —Me asusté.

El hombre se acercó. Puso una mano sobre mi hombro, su enorme cuerpo lucía desaliñado.

—¿Eres virgen…?

Mi piel se erizo, quería gritar, pero estaba paralizada. Mi cuerpo temblaba de miedo.

¿Cómo podía decirle eso a una niña?

—Perdone a la niña —musité.

Deseaba que alguien apareciera pronto y me ayudara, era una niña, una mujer que no podía hacer nada para protegerse a sí misma.

¿Dónde estaba Kang Kitae? ¿Por qué no había ido él tras la muñeca?

—Es suficiente —advirtió una voz fresca, elegante, una voz familiar.

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